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Revista Compartiendo (Octubre 2016).
Con mentiras y falsedad no se puede ganar el corazón de Dios

Un antiguo filosofo decía: “la vida, a nadie le es dada en posesión, sino a todos en administración”. Por lo tanto todos debemos aprender a “administrar” nuestra vida con fidelidad y amor; sobre todo con honestidad, no solo pensando en lo terrenal, también mirando lo celestial porque vivimos en la tierra sabiendo que nos dirigimos hacia una vida en el cielo.
Para comprender mejor esto recordemos aquel pasaje bíblico en el que Jesús les cuenta a sus discípulos que un hombre rico elige a un administrador a quien deja en total libertad para administrar sus bienes. (En aquel tiempo la mayoría de los llamados administradores eran hijos de esclavos; cuando algún esclavo o esclava tenía hijos, el dueño comenzaba a tratarlos como hijos no como esclavos, trataba de confiar en ellos). ¿Qué quiere decirnos con eso? Que Dios no nos trata como esclavos, sea como sea, nos hace integrar a la vida divina; nos da participación como verdaderos hijos. No somos esclavos. Allí comenzamos.
El dueño de todas las propiedades elige su administrador con ese sentimiento; más que como un esclavo lo elige como un hijo por eso le da mucha libertad para manejar sus bienes. Posiblemente por mucho tiempo ni miró lo administrado pero en un momento pidió que rinda cuenta.
Ahora fíjense como acciona este hombre; ante el pedido del dueño no ve ninguna forma de rendir, honestamente, todo lo que hizo. No tiene coraje para decir la verdad pero no se da por vencido, inmediatamente busca resolver su conflicto ganando a la gente pero no ganando la vida. Ganando la injusticia, la mentira y la falsedad.
Así es como Jesús nos muestra que cuando hay dinero, cuando hay propiedades y el hombre está aferrado, preocupado por ganar las cosas terrenales... ¿qué pasa?... muchísima gente pierde sus códigos morales. No hay más caridad, no tienen comprensión de nada y, además, apelan a una astucia grande para resolver sus conflictos.
Jesús se admira de esto y llega a decir que “los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz” porque para ganar cosas materiales, cosas que pertenecen a cualquier otro, ensucian su cabeza y sus manos.
Es increíble como el ser humano termina con los pensamientos morales, con el afecto, el cariño, los valores, sólo por poder lograr posesiones. Por eso aquel administrador perdió totalmente las cosas materiales sin darse cuenta de su obligación ser sincero y auténtico con su amo.
¿Qué nos quiere mostrar con esto Jesús? Que Dios no nos rechaza porque nos equivocamos; Dios nos quiere siempre con un corazón sincero en la administración de nuestra vida. Muchas veces nos cuesta hacerlo. Todos nos equivocamos pero Él nos pide que, en lugar de mentir, en lugar de engañar, de buscar cosas para resolver superficialmente vayamos a Él con sinceridad y amor para todos y Él nos ayudará a encontrar el camino.
¿Es fácil? ¡No! Es difícil. Como dice Jesús: el miedo, la angustia, la falsedad, la astucia humana buscan formas increíbles para resolver las cosas. Por eso en primer lugar nos pide que no nos olvidemos que en la vida la felicidad no está en poseer muchos bienes o en la capacidad de engañar al otro, vendiendo, comprando, haciendo lo que queremos; una vida auténtica ante los ojos de Dios vale mucho más que todo lo terrenal. A veces nos cuesta entender esto ¿no?
Sucedió y sucede hasta nuestro siglo. Les cuento una historia. Un matrimonio trabajaba en una parroquia al lado del sacerdote. Él siempre predicaba diciendo: “cuando viajo no puedo llevar más de 20 kilos y en el ocaso de la vida llevaremos poco y nada; y mucho menos cuando uno se va al cielo”.
Este matrimonio siempre pensaba en ayudar al padre para que no tenga “muchos pesos”. Entonces recogían la colecta y arreglaban todo. La mayor cantidad de plata quedaba con ellos y un poco con el padre. Pasado el tiempo, un buen día, el padre llama al matrimonio y les pregunta qué está pasando porque se estaba quedando sin nada. La explicación fue la siguiente: “padre; no se enoje; nosotros no queremos que usted lleve muchos pesos cuando vaya al cielo por eso dejamos la mayor cantidad con nosotros y, como usted es viejito y puede morir, le alivianamos el peso”
Fíjense la astucia del hombre. ¿Pasa? Y sí… puede pasar.
Pensaron que el sacerdote moriría antes pero no fue así. Ellos viajaron primero. Cuando el hombre se presentó ante san Pedro se encontró con que el peso que llevaba era muy grande (porque tenía muchos “más pesos” que el sacerdote), san Pedro le preguntó cómo eran las cuentas. Ellos respondieron: “Hicimos tantas cosas…” Ante lo cual san Pedro, revisando su forma de administrar la vida terrena, les increpa: “Pero… todo lo que hicieron fue mundano. Se olvidaron de edificar y asegurar algo para el cielo”. “Hijo mío aquí tienes tu casita, un simple tinglado”.
“¿Cómo?” -dice el hombre- “Yo manejé mucha plata en el mundo, ¿cómo me vas a dar algo así?” Y Pedro le contesta: “Es que te olvidaste de edificar en el cielo, gastaste todo, utilizaste todo en vivir una vida terrenal y te olvidaste de administrar tus dones para tener una vida digna en el cielo”.
Eso es lo que a nosotros nos hace la ambición, la desesperación, la impaciencia. Esa necesidad de ganar todo nos hace perder la cabeza, nos hace perder grandes valores humanos. Es así. Nosotros somos así.
Mucha gente piensa que con plata arregla todo, que con poder, arregla todo.
Uno a veces se olvida (por un montón de cosas: placer, sentimientos, poder) que la vida es un regalo de Dios, el tesoro más grande que tenemos. Si no sabemos convivir, compartir, poner códigos morales, edificar nuestra vida (no haciendo grandes obras para el mundo sino amando, respetando y perdonando), no sirve para nada.
Es lindo edificar y construir edificios , a mí también me gusta hacer un montón de cosas, pero más allá de edificar cosas terrenas Jesús nos pide que recordemos edificar algo interior en nuestra vida, administrar nuestra vida para tener más segura la gracia de Dios. ¡Qué hermoso!
Pensemos en esto cuando confundimos nuestra forma de vivir, cuando perdemos códigos morales solo por la plata alejándonos de la posibilidad de construir algo mejor para nosotros en el corazón de Dios.
Si te equivocás, Él te perdona pero la astucia con que nosotros tapamos, arreglamos, nunca puede conquistar el corazón de Dios. Es verdad. Con mentiras, con falsedad, nunca se puede ganar el corazón de Dios. Fíjense qué hermoso lo que Jesús nos dice siempre: “Vos te equivocas, yo te perdono”
Grandes pecadores se acercaron al Señor y le dijeron: “Perdoname”. Hasta el buen ladrón, en la crucifixión, lo hizo y Él le dijo: “Ahora mismo estarás conmigo en el paraíso”. Pero si vos sos falso, deshonesto, si vos querés engañar a todos porque crees que así podes ganar muchas cosas materiales, te equivocaste y tu fracaso ante los ojos de Dios es grande.
Hoy Jesús nos invita a recordar siempre que todo lo terrenal nos ha sido dado para administrarlo con honestidad, paz y amor. Hagámoslo. Vivamos bien para no perder el concepto celestial.

Dios te ayude.
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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