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Revista Compartiendo (Octubre 2015).
Mucho de ángel y algo de Dios

Octubre es un mes dedicado a algo muy importante: nuestras familias y esto, involucra seriamente nuestros sentimientos. En cada familia todos los miembros son valiosos y todos merecen reconocimiento. Pero este mes, desde hace mucho tiempo, recuerda especialmente a las mujeres que cumplen con la función de ser mamá.
Pienso que cada uno de nosotros sentimos la necesidad interior de decir gracias y demostrar nuestro cariño por aquella madre que nos dio la posibilidad de vivir, la seguridad de nuestros primeros pasos y también amor, cuando lo hemos necesitado, para poder encontrarnos con la vida.
Con sus defectos y virtudes, con su ignorancia o su inteligencia, esta mujer hizo mucho por nosotros, sobre todo cuando éramos niños.
Algunas veces, al llegar a adultos, nuestro razonamiento no encaja con los pensamientos de nuestras mamás. Por ese motivo comenzamos a sentir que existen diferencias. Pero éste es un buen momento para detenernos y reflexionar sobre esta situación, tratando de comprender que hay cosas que debemos aceptar en la vida de nuestras mamás; sobre todo en una sociedad como la de hoy, en la que imperan los problemas familiares, en la que sólo se reconocen en parte los derechos de la mujer, su dignidad, los derechos de una madre y también su libertad.
Pienso que es necesario encontrar un sentido muy claro y profundo de este día al que llamamos; “día de la madre”. Nunca olviden que, pase lo que pase, la dignidad y el honor de nuestras mamás deben permanecer intactos porqué, de cualquier manera esa mujer es y será siempre “la madre”. Aquella que dio ese paso tan importante y tomó la decisión tan grande de gestar en su cuerpo, por gracia de Dios, nuestra pequeña vida para traernos a conocer este mundo.
Si lo pensamos bien en muchos momentos, hasta llegó a asumir por nosotros, la condición de esclava en todo el sentido de la palabra. No solamente por llevarnos nueve meses en su vientre, más bien por acompañarnos en nuestro crecimiento hasta que pudimos independizamos. Hasta el instante en que empezamos a sentirnos libres estuvo pendiente de nosotros. Meses y años nos brindó su vida como una esclava para que pudiéramos avanzar con pasos seguros y claros, hacia la vida.
Por eso, aunque a veces no nos demos cuenta, es que llevamos en nuestro interior la necesidad de decirle ¡gracias! Y, sobre todo, de demostrarle que el cariño, el afecto, que ella nos brindó vuelve hacia ella multiplicado; porque fue una madre consciente que dio todo lo que pudo para que vivamos de la mejor manera posible.
Al mismo tiempo pueden existir personas (de hecho las hay) que se sienten muy tristes en este mes porque no encuentran estas vivencias en su realidad.
Por eso insisto en que, si bien festejar es lindo, estas fechas tienen que servir para plantear y volver a recuperar, el verdadero significado y sentido de la maternidad.
Desde el punto de vista de los hijos aprender a reconocer la dignidad y la libertad que tiene cada mamá. Comprendiéndola y adaptándose a esta realidad.
Sé que muchas mamás están soportando grandes dificultades en el seno familiar: falta de unión en el matrimonio, convivencia desgastada. Por estas causas han perdido su libertad y su dignidad. Otras las han perdido por su propia culpa, ignorancia o inconsciencia.
Amigos: un mes como este debe ser útil, más allá de las fechas establecidas, para poder hacer conscientes estas dificultades y, dando una respuesta positiva, volver a recuperar la dignidad de toda mujer que ha elegido poner en práctica la maravillosa función de ser mamá.
También los esposos deben ayudar. A ustedes les digo: “este es el momento para volver a recordar que esa mujer que los acompaña entregó la vida, su ser, para que juntos formen una sola carne y un solo cuerpo”.
Por ahí se tienen dificultades en la convivencia, o se ha fracasado en ella pero los primeros pasos compartidos siempre deben ser respetados.
Como hijos habitualmente hacemos un sinnúmero de planteos, dudamos y discrepamos, pero es importante que podamos ver y reconocer si nuestros planteos realmente se justifican, si nuestras preguntas y cuestionamientos, están dentro de la realidad que viven o vivieron nuestras mamás. Si actuamos de esta forma ese día no solamente será un día en el que hacemos una fiesta o nos reunimos para comer.
Les propongo que antes de dormir, esta noche, piensen y reflexionen sobre la manera de volver a recuperar la alegría, la felicidad, entre madres e hijos, sintiéndose orgullosos de tener mamá. Por más defectos que tengan, no olviden su dignidad como madre. Esta dignidad nunca se pierde y un día, no muy lejano, podremos entender las “revoluciones” por las que atraviesan las mamis.
Muchas veces a la juventud le cuesta entender a sus padres porque no están viviendo un matrimonio, no está viviendo una maternidad, ni una paternidad, por eso les pido que aprendan a tener paciencia para comprender sin juzgar, sin condenar; hasta que busquen y reconozcan la profundidad de las hechos reales que viven dentro del seno del hogar.
Hoy más que nunca hay mamás que tienen que ser padre y madre en la casa. Que tratan de que hacer todo lo posible para darles lo mejor a sus hijos. Que se castigan sacrificando sus propios sentimientos para asegurar el bienestar de sus niños. A veces lo entregan todo, para que sus hijos no carezcan de nada material e intelectual. Por esa razón no están en casa casi todo el día; porque están trabajando. Esto les impide expresar el afecto que tienen por sus hijos. Justamente a esa mamá que está trabajando para brindar comida, asegurar un techo, muchas veces se la trata como una fracasada. Por eso; ¡seamos conscientes!
Querida mamá: “aunque sientas que has fracasado como madre por el poco tiempo brindado a tus hijos, nunca condenes tu ser porque algún día tu sacrificio llenará de paz y alegría tu corazón. Encontrarás recompensa en esta vida y también en la eterna”.
También quiero que recordemos a las mamás que no están más con nosotros, que están en el cielo. Aquellas mamás que dejaron su memoria eterna con recuerdos llenos de afecto, con fundamentos sólidos para nuestra vida, con imágenes dignas que nos impulsan a decir que fue nuestra madre. Por ellas, elevemos con amor una oración, para que descansen en paz. También oremos por las que viven en medio de nosotros para que tengan un poquito de alegría, felicidad y serenidad. Si no tenemos coraje para decir gracias recemos una oración. Cada una tiene una historia. No es cuestión de condenar. En cada situación tenemos que valorar la capacidad que han tenido como mujeres para hacer realidad esa hermosa vocación de ser madres.
Si analizamos bien, seguramente nos encontraremos con cosas negativas pero, al mismo tiempo con momentos que borran todas las equivocaciones, sólo por el amor que nos ha brindado cuando necesitamos su corazón, incondicionalmente disponible, para el logro de nuestra felicidad.
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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