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Revista Compartiendo (Abril 2014).
Violencia. ¿Por qué?. ¿Para qué?

La crueldad y la venganza cada día más predominan en nuestra sociedad. Si vos mirás bien, de chiquititos a viejos, últimamente, todos son invadidos por momentos de agresión. Antes decíamos que esto era producto de una persona que no estaba muy bien de la cabeza o algún alcohólico o drogadicto; hoy, ya no sé, porque no necesariamente las agresiones provienen de personas en esos estados, hoy toda la sociedad se inclina hacia la violencia. No sé bien si para llamar la atención, protegerse a sí mismos o por desconocer los códigos de convivencia.

Creo que nos están faltando valores morales y espirituales para convivir. Pueden existir razones para ser violentos. Algunos dicen: “me agredieron, me insultaron, me maltrataron…”, es cierto pero ¿por qué nos cuesta comportarnos como seres adultos, sentarnos, hablar y resolver?

Antes la gente tenía más respeto, más dignidad, buscaba resolver los conflictos. Hoy buscamos terminar con la vida. ¡Qué gran diferencia! Cómo se han perdido los códigos morales y espirituales. Jesús nos dice que cuando tenemos algo contra nuestro hermano, nuestro adversario, tenemos que tomarnos tiempo antes de llegar a la peor decisión de nuestra vida: la violencia, la agresión.

La violencia nos quita la libertad. Nunca lo olviden. A veces cuando se está invadido por el odio uno piensa que es libre o siente que si se saca de encima esa persona o esa realidad va a ser libre. No. Ese es el problema justamente.

Uno piensa de esa forma porque está lleno de bronca y resentimiento pero en lugar de resolver algo, agrediendo, arruina su propia vida. Después llora… Es que cuando alguien se saca de encima el odio se relaja y recién entonces se da cuenta de lo que hizo pero no hay marcha atrás. Un corazón lleno de resentimiento y enojo nunca tiene un razonamiento sano.

Llegamos a la violencia por sentimientos confundidos, por maltrato, por diferencias sexuales, conyugales, sociales, por obligaciones no cumplidas. Esto último analícenlo bien porque muchas veces no cumplimos con nuestras obligaciones y después, cuando queremos resolver los problemas, ya se hicieron demasiado grandes. Muchas veces no sabemos encarar los conflictos sentimentales, los compromisos mutuos…

Todos tenemos defectos y, en ocasiones, para superarlos hacemos cualquier tontería; pero cuando la vida te va demostrando que estás perdiendo el matrimonio, la familia, el trabajo, tu lugar en la sociedad, reaccionamos con violencia. ¡Qué pena!, ¿no? Por eso, qué lindo sería que cuando apenas comienza el problema nos podamos sentar, dialogar y buscar una solución. Tenemos que intentar resolver las cosas cuando son pequeñas, no quedarnos sin hablar, porque cuando el sentimiento se transforma en deseo de venganza ya es difícil de controlar, porque ya estamos frente a alguien que perdió la conciencia; en su mente todo es negativo y no puede ver otra salida. Es lo que pasa últimamente. Entonces… cada día nos alejamos más de lo moral y lo espiritual. Al suceder esto uno no le da importancia a nada, a nadie, ni siquiera a su propia persona.

Creo que si alguien le da importancia a su propia persona baja los brazos y dice: “bien, hagan su vida que yo hago mi propia vida”, porque todos tenemos libertad y dignidad para poder vivir en paz como lo deseamos.

La violencia no es algo que se deba soportar más bien se debe resolver. Algunos dicen: “bueno, me callo la boca y soporto todo”. ¡No! Todos tenemos dignidad pero nos falta paciencia, prudencia y sabiduría para resolver.

Si por nuestros propios medios no podemos llegar a una solución busquemos ayuda profesional, legal, pero ¡con tiempo! Por ejemplo sos un hombre o mujer golpeada, tenés derecho a reclamar tu dignidad, por supuesto, pero busquen la mejor forma antes de llegar a perder la razón por un momento, háganlo cuando ocurra la primera agresión, cuando existan las primeras discusiones o golpes. Si dejamos pasar, ¿saben adónde llegamos? Busquen y lean las noticias policiales y lo verán. Entonces uno se pregunta ¿cómo un ser humano puede llegar a prender fuego a un niño? ¿Cómo se puede dejar de lado el amor, el milagro de la vida? ¿Puede ser que nuestros celos, o nuestra confusión, dominen a nuestros buenos sentimientos?...

¡Nos estamos destruyendo a nosotros mismos!

Muchas veces uno escucha los comentarios de las personas que están en cárceles. Ellos mismos dicen: “Fui estúpido. No me daba la cabeza. No razoné”. Y ¡es cierto! Gracias a Dios algunos reaccionan, aunque mucho después, pero otros se enloquecen porque nunca más encuentran paz.

Tenemos que aprender a buscar esa paz interior, tenemos que recuperarla para bien de la humanidad.

Nadie, ni siquiera Dios, nos obliga a soportar lo insoportable pero tenemos que aprender a buscar soluciones como adultos de bien buscando la felicidad compartida e individual sin causar daño.

Hemos visto que se mata diciendo que se busca la felicidad. ¿De qué felicidad hablamos? ¡Es peor el sufrimiento! Mejor es dejar que el otro haga su propia vida aunque no sea el ideal porque siempre lo ideal es la reconciliación. Algunos pueden pensar: “entonces a la primera discusión nos separamos, dejamos de ser amigos”. ¡NO! Lo ideal es la reconciliación. Un ser humano adulto reconstruye, edifica, obra positivamente desde la tolerancia, la comprensión y el amor. Sé que hay problemas emocionales o económicos que muchas veces no tienen solución. Bueno, si no hay una solución que realmente nos brinde una convivencia mejor, entonces sí, es mejor decir: “cada uno con sus cosas”, siempre y cuando hayan agotado su capacidad de resolución.

Lo mejor para la familia, la convivencia, la sociedad es que todos aprendamos a convivir en paz. Busquemos soluciones sin llegar a la violencia.

Este mes, a partir de hoy, sería bueno que cada uno se tome un tiempo para reflexionar sobre sus propias reacciones impulsivas. No sólo es violento un delincuente que mata con un arma, también se puede herir (y matar) con palabras, con gestos, con maltrato psicológico, con indiferencia, con abusos laborales y/o familiares. Muchos de quienes obran así no aparecen en los diarios ni en los noticieros pero la maldad existe dentro de ellos y hacen mucho daño. El mentiroso, el adultero, ¿en qué categoría se ponen? ¿Dónde se encuentran parados?

La violencia está dentro de nosotros de diferentes formas, nadie es santo totalmente; cada uno tiene su propia manera de defenderse, de exigir y también de intervenir pero la vida no nos permite encerrarnos en nuestro propio mundo, hemos sido creados para compartir y vivir en el amor, la alegría y la paz. Nuestro mundo termina cuando se relaciona con el mundo del otro. Qué lindo sería que podamos hacer coincidir nuestros mundos individuales para que juntos construyamos un mundo mejor para todos.

Es importante aprender a pararnos frente a un espejo y mirar nuestra cara, no para conocer lo físico, sino para poder vernos en profundidad, y preguntarnos: “¿qué tipo de persona sos? ¿Sos agresivo? ¿Tenés dentro tuyo algo sin resolver que te llena de resentimiento?” Y una vez que nos sinceremos con nosotros mismos comprometernos con Jesús para sacar de nuestro interior todo odio, bronca, angustia, malentendido, conflicto sentimental y resolverlo ya, antes de llegar a una reacción violenta que destruya nuestra existencia.

No es fácil pero es algo que podemos hacer. Reconozcamos nuestros defectos para que, tanto vos como los que comparten tu mundo, tengan una vida feliz plena de paz y esperanza.

Recemos mucho por nuestra humanidad, por todas las personas que tienen conflictos, por los violentos, para que cambien sus actitudes y Dios nos dé, a todos, un mundo mejor.



Padre Ignacio Peries

Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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