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Revista Compartiendo (Agosto 2013).
Costumbres y hábitos pueden controlarse y corregirse

Hoy vamos a hablar sobre los “vicios”; sobre cómo dominarlos para poder disfrutar de una vida sana.

Los vicios son costumbres que tarde o tempranos nos quitan la dignidad y nos mortifican. El primer paso para corregirnos es tener la firmeza de reconocer que son defectos (esto es una de las cosas más difíciles) defectos que nos alejan paulatinamente de los demás y nos van quitando la paz.

En segundo lugar es muy importante reconocer que, cuando un vicio se instala en nuestra vida, nos impide compartir y convivir dignamente.

Nos cuesta pensar que tenemos que quitar esa costumbre de nuestra vida, por eso siempre tratamos de resolver los conflictos que ésta nos ocasiona.

Hay quienes piensan que pueden insultar a su jefe en su trabajo y seguir trabajando como si no hubiera pasado nada. En lugar de intentar sofocar y corregir estos arranques de violencia y falta de respeto y ubicación; se justifican diciendo: “Es mi carácter”.

¡No! ¡No lo es! Los impulsos se pueden controlar y corregir; las costumbres y los hábitos también.

También están los que se levantan de mal humor y por cualquier cosa gritan y pelean creyendo que esas actitudes dan una imagen de persona “fuerte” ante la cual todos se callan la boca.

Te pregunto: ¿vas a ser feliz obrando así? ¿No creés que estás gastando tu energía inútilmente?

Igualmente aquellos que agarran una botella y toman hasta quedar “tirados”, burlados o insultados. Tal vez piensen: “¡Pasé una buena noche!!”

Claro, puede ser… ¡una! Noche pero…perdiste la vida, la familia, los amigos…

Lo mismo sucede con el consumo de drogas o el juego. Algunos dicen: “yo solo voy al casino a divertirme” pero…una vez allí, juegan todo lo que tienen; y pierden: sueldo, casa y, a veces, llegan a enfermarse (paros cardíacos…hasta intentos de suicidio)

¡Estas personas han llegado al extremo!!

No les estoy diciendo que no disfruten de la vida. ¡No! De ninguna manera; pueden hacerlo pero…cuando se llega a un extremo, esa situación ya se transformó en un desenfreno y deja de ser placentera para unos y otros: “los que la viven y los que la padecen desde afuera” por convivir junto a ellos.

Todo depende del control y el equilibrio que uno tenga sobre sus acciones.

Por ejemplo: tomar un vasito de vino, no es un pecado; hasta una botella en rueda de amigos no es una falta pero… si te tomás una damajuana, o combinás con bebida blanca: brandy, whisky, etc. ¡Esto ya es un vicio!

Pasa lo mismo con la mentira. A veces alguien evita decir la verdad por no causar daño o por no ofender pero…si toda tu vida es una fantasía, un engaño, y tu costumbre es cambiar la realidad, esto se transforma en una situación que destruye tu vida y la vida de los que te rodean: esposo, esposo, hijos, padres, amigos, compañeros de trabajo, etc.

Tenemos que aprender a corregir nuestras costumbres equivocadas ¡no justificarlas!

¿Se puede? ¡Claro que se puede! Siempre y cuando seamos conscientes de esto y de la necesidad de ir eliminándolas de nuestra vida.

Digo eso porque muchos creen que pidiendo disculpas al día siguiente todo se arregla.

¡Está bien pedir perdón cuando hacemos algo mal! Pero, cuidado, si yo me disculpo y al rato hago lo mismo NO SIRVE, ¡no cambia nada!

No estás buscando la forma de resolver tu problema. No te estás dando una respuesta correcta. Lo correcto sería tomar la decisión y decir: “¡Chau! Desde hoy no tomo más, no fumo más, no juego más”…y ¡CUMPLIRLO!

Igualmente sucede con el mentiroso que es descubierto y pide perdón, o el que roba y luego se disculpa pero lo sigue haciendo.

¡No esperes llegar a la cárcel para darte cuenta de tu equivocación! Tenés que empezar a reconocer tu situación y pedirte perdón a vos mismo porque le hiciste daño a tu dignidad, te apartaste de la felicidad, te llenaste de ansiedades y rencores.

Tu conciencia cambia totalmente cuando apartás tu vida de las costumbres desordenadas.

Siempre hay tiempo para cambiar. La misericordia de Dios es infinita y Él te espera.

Demostráte a ti mismo, y a Dios, que sos capaz de dominar tus impulsos, tu ambición, tu vanidad, tu egoísmo, tu ansiedad.

Hay quienes dejan todo para dentro de un rato o para el otro día: “Mañana empiezo la dieta”- “Esta noche no voy a…” “¡Desde mañana no lo hago más!”. Pero… siempre ese mañana se aleja y nunca comienza el cambio.

Mi papá solía decir: “Hay que servir cada plato según la necesidad de panza, no de los ojos”. ¡Es verdad! Con los ojos nos devoramos todo pero el cuerpo tiene un límite.

Pidamos al Señor que las personas que tienen algún vicio, dentro de cada familia, puedan convertir su corazón, aceptar ese punto débil que se niegan a reconocer, hablarlo de frente y resolver su problema permitiendo que se abra, al fin, frente a ellos un panorama hermoso y lleno de luz para empezar una vida nueva.

Dios nos ayude.
Padre Ignacio Peries
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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