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Revista Compartiendo (Febrero 2013).
"Quien vive en el Amor y lo comprende, descubre a Dios"

El que siembra resentimiento nunca cosechará la paz
Muchos jóvenes, en estos tiempos viven una vida sin rumbo, una vida sin responsabilidad, una vida sin realizar. ¡Qué lastima!, porque cuando quieran buscar la felicidad, no sé si podrán alcanzarla. El mismo resentimiento con que viven se agranda cada vez más. Llega un momento que, yo creo, y ojala que no sea así, terminan como delincuentes, terminan mal, porque no les importa nada; perdieron los valores morales, espirituales, no tienen respeto ni siquiera por sí mismos.

También, por otro lado, me ha tocado hablar con gente mayor que vive echando culpas a los demás, muchas veces por una falsedad interna. Al no querer asumir la realidad, echan culpas sobre otros para acomodar sus cosas, justificar su forma de ser, y también, para sacarse de encima la bronca que tienen dentro.

Las personas mayores cuando echan culpas sobre otros no quieren conocerse a sí mismos, o no quieren asumir la responsabilidad de sus errores, más que bronca, se instala en ellos esa falsedad que confunde, como Adán y Eva: Eva le echaba la culpa a Adán, Adán a Eva, los dos le echaban la culpa a la serpiente y, no lo hacían por resentimiento sino por miedo, angustia y sobre todo porque no querían aceptar que estaban equivocados.

Esto es muy importante para considerar: cuando uno se da cuenta que está equivocado no tiene que dar vueltas sino aceptar la realidad. Porque escapando de esta forma, viven en la falsedad y esa falsedad lleva a una condena, nunca van a ser felices en su conciencia, en su vida.

Creo que cuando las personas, sean chicos o grandes, comienzan a vivir de este modo, ¿saben qué les está ocurriendo?, están buscando una forma más fácil de vivir, sin compromisos, sin obligaciones, sin códigos morales, haciendo lo que quieren sin dar un destino correcto a su propia vida. ¿Adónde quiere llegar esta gente?

Vos podes vivir con resentimiento, gritar, pelear, muchas cosas y esto, sobre todo cuando sos joven, no sentís que te afecta pero, cuando llega el punto final, es muy difícil que encuentres paz y tranquilidad en tu vida. Porque todo tiene un fin, no se olviden.

Cuando los demás comienzan a abandonarte, cuando ya nadie te cree, nadie te da responsabilidades, bueno, ahí ¿qué pasa?, la misma forma fácil con la cual querías vivir, comienza a condenar tu propia vida; porque todas estas cosas no hace falta que las digas a los demás, tu cara, tu forma de vivir, tu forma de hablar, las van expresando y llega un momento, como no se puede controlar, busca tu propio fracaso.

Si el que está siendo acusado por las circunstancias, el que está condenado por otro, está bien moralmente y espiritualmente, logra que la persona que está resentida pierda. Por ejemplo: Uno dice: “culpa de fulano de tal yo estoy sufriendo”. Pero sucede que esta persona (la acusada) tiene códigos morales, espirituales, valores bien claros, ¿a quién le va a creer la gente?... A la persona que está obrando bien.

Sucede lo mismo si vos le echás la culpa a las circunstancias, exigencias, obligaciones; si realmente los demás están obrando moral y espiritualmente bien ¿Quién tiene la culpa? ¿Quién no va a tener apoyo? ¿A quién van a juzgar? ¿A quién va a rechazar el mundo? ¿A quién?... Justamente a la persona que vive con resentimiento. Si la otra persona obra bien y demuestra que tiene un código moral bien puesto, la persona que busca vida fácil termina mal, frente a su conciencia y frente a los ojos de los demás.

El resentido siempre es un problema social.

Por eso es importante que, en lugar de echar culpas a los demás o buscar una vida fácil, asumamos nuestra responsabilidad; porque cuando uno asume la responsabilidad de realizar su propia vida muchas cosas pueden cambiar. En algún momento se puede llegar a decir: “Gracias a Dios, a pesar de todo, tengo una vida feliz, una vida llena de paz y de esperanza”. ¡Nunca es tarde!

A veces uno deja, deja y deja pasar el tiempo y, cuando se da cuenta y quiere cambiar el rumbo ya sos un viejo y ya nadie te cree; nadie espera de vos más que lo que han compartido, lo que han pasado. Esto también es importante: tu propia reputación puede condenar tu vida.

Muchas veces uno se pregunta: “¿por qué la gente me trata mal?” Yo creo que conforme a nuestra forma de vivir, a nuestra reputación, es lo que recibimos; como lo dice el evangelio, (es muy claro): “Nadie puede cosechar trigo si siembra cizaña”.

Lo que nosotros sembramos cosechamos. Por ahí no somos conscientes de esto. Queremos cosechar poder, justificaciones, amor, afecto, queremos lograr un montón de cosas; pero si estamos sembrando odio, venganza o resentimiento… El que siembra resentimiento nunca va a cosechar la paz. Así es la vida.

Tenemos que ser conscientes de sembrar lo bueno, especialmente muchísimos chicos que viven con esa bronca o se equivocan buscando una vida fácil, y…que dice la Biblia al respecto: “El que siembra con lágrimas cosechará con lágrimas”. Esto es muy cierto. Para lograr hacer cosas a veces caen lágrimas de nuestros ojos; es que sin sacrificio, sin amor, sin entrega, sin sufrimiento, no podemos obtener nada valioso en esta vida.

Cuando uno habla con las personas que triunfaron en la vida, se da cuenta que todas sufrieron de diferentes formas, pero no con resentimiento, no mendigando, aceptando la realidad. Eso es lo que quiere enseñarnos el Señor cuando dice: “El que siembra, siembra con lágrimas”. ¿Por qué? Parece duro, ¿no? Pero es que hay un proceso. Nosotros no podemos cambiar realidad de la vida de un día al otro porque sabemos bien que si sembramos hoy, mañana no podemos cosechar. Entonces, tampoco es una cuestión de apurarnos, de decir: “yo cambio, pero lo necesito ¡YA!”

La vida no te da respuestas enseguida como uno quiere, la vida te da respuesta como corresponde, a su debido tiempo. No es cuestión de decir: “yo ya quiero tener todo”, ¡No! Tenemos que sembrar, dejar crecer, dejar madurar, para obtener, recién, frutos buenos.

Es importante dar tiempo de crecimiento a nuestra vida. Y ese crecimiento puede comenzar haciendo una buena reflexión de nuestra propia realidad. De verdad.

A las personas que viven sin códigos, sin responsabilidad, culpando a otros de los errores cometidos a lo largo de su vida, las invito para que hagan una reflexión personal. Seguramente algunos van a decir: ¡qué me importa!! Sí, así dicen muchos pero… el día que uno quiere dar importancia a esta posibilidad, a veces no tiene más tiempo.

Conozco muchas personas que vienen, (y disculpen si los uso como ejemplo pero, ¡es real!), muchísimos chicos que se han perdido en la droga, el alcohol, la delincuencia y otras cosas, a veces lloran y dicen: “Decile a Dios que me perdone. Que Dios me dé, aunque sea, unos años más de vida”. Pasa muchas veces. Y es cierto: Dios te perdona, Dios te ama, pero a veces, la misma condición que tú pusiste, (porque Dios no nos obliga), la misma condición que nosotros hemos puesto para vivir ha terminado enfermándonos o contagiándonos cualquier enfermedad, ya sin tener posibilidad de volver atrás. Es triste.

No lo estoy diciendo con resentimiento o bronca, sino con todo amor hacia esas personas que, confundidas, están buscando una vida fácil. Deseo de todo corazón que, realmente despierte su conciencia y busquen la forma de sembrar las semillas buenas, de transformar su vida mientras Dios te da tiempo. Esta es una de las cosas que muchísimos están olvidando.

Dios nos da un tiempo equis. En ese tiempo, si nosotros sabemos manejar nuestra vida, ¡nuestra vida!, sin ocuparnos en querer cambiar la vida de los demás, sin compararnos, sin culpar a otros de lo que nos sucede, confiando en la gracia de Dios, yo creo que muchas veces se puede encontrar la posibilidad de vivir una vida digna. Por eso les repito: no se acostumbren a echar culpas a los demás o a las circunstancias; si se han confundido o equivocado, si alguna persona o circunstancia les causó daño, demuestren, con todo amor, con toda confianza, la capacidad que tienen para vivir con dignidad a pesar de lo sucedido.

La alegría final de nuestra vida se alcanza, justamente, cuando uno puede mostrar a los demás su capacidad de recuperación y decir: “Gracias a Dios y, a pesar de todo lo que he pasado, aprendí y logré una vida digna, llena de paz y esperanza”. ¡Esto es la felicidad verdadera!

Dios nos ayude, en este año, para que, aún con nuestras equivocaciones, aprendamos a no echar culpas, sobre quienes nos rodean, de lo que nos sucede. Comencemos a sembrar buenas semillas para que, durante este nuevo año, vivamos con la dignidad que merecemos como verdaderos hijos de Dios.

Padre Ignacio Peries
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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