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Revista Compartiendo (Enero 2013).
Una gotita de paz, cada día

Todos los ríos, aun los más anchos y profundos, como el Paraná o el Nilo, entre otros, comienzan con un pequeño manantial de agua y de pronto se encuentran fertilizando kilómetros de tierra y llevando enorme caudal de agua; uno los admira, habla sobre ellos pero, casi siempre, sin conocer el verdadero origen de cada gota de agua.

Hace tiempo, estando en África, Uganda, tuve la oportunidad de conocer el nacimiento del río Nilo. ¡Qué increíble! Este río comenzó a brotar de un manantial pequeñito. ¡Qué maravilla! De Uganda llega a Egipto y todo Egipto mantiene su tierra viva gracias al manantial que nace en África. Por supuesto, a lo largo de su recorrido, se unen a él: la lluvia, otros manantiales y pequeños ríos y esto lo engrandece, lo ayuda a ser más útil y valioso; a dar vida y fertilidad a una “tierra de arena”, a un desierto. En sus aguas, pobladas de peces de diferentes tamaños, navegan grandes barcos y sobre sus costas florece la vida.

¡Pensar que nació en una gota de agua!... Cuando uno contempla Egipto no puede menos que exclamar: ¡Cuántas maravillas hace el Señor!: da vida al desierto, ¡proporciona todo lo necesario para la vida! Simplemente a través de una gota que brota en un lugar casi desconocido.

Esto forma parte del misterio y la maravilla que Dios nos brinda a través de Su Creación.

Ustedes se preguntarán por qué empiezo el año nuevo con esta reflexión, justamente, para decirles que la paz interior comienza de la misma forma. En este tiempo hablamos de paz, muchos desean tenerla pero se desesperan y creen que nunca estará a su alcance.
Muchos abandonan su ideal de paz porque sienten que no son merecedores... pero se equivocan... ¡todos somos dignos de esa paz que proviene de Dios y que nos llena de alegría de vivir!

La paz verdadera comienza con pequeñas “gotitas de paz”, que se van viviendo en pequeños momentos, con esfuerzo, con perseverancia, día a día y se van acumulando dentro nuestro hasta sentirnos plenamente invadidos por una profunda paz que alimenta nuestra vida interior y nos permite avanzar sintiendo la presencia de Dios en cada paso que damos, en cada situación que resolvemos, en cada sonrisa que brindamos.

Siempre recuerden: la paz interior se comienza a construir dentro del corazón, para poder hacerlo hay que aceptar la realidad de la vida y, como aquel agua que humedece el suelo árido del desierto y lo fertiliza, una “gotita de paz”, cada vez, irá formando un caudaloso río de serenidad en nuestro interior.

Si no ayudamos a construir paz difícilmente alcanzaremos la felicidad plena.

Por eso es que hoy tomé el ejemplo de Egipto. Ellos tuvieron que aceptar su realidad: vivir en una “tierra de arena”, en un desierto, esto los llevó a confiar más en la gracia de Dios, en la fuerza de la naturaleza, en la lluvia que, aumentando el caudal de los ríos , se acercaría a fertilizar, poco apoco, la tierra seca.

Hoy nuestro corazón puede estar “seco”, puede ser un “desierto” pero confiando en la gracia de Dios todo puede cambiar.

Cuando empezamos a aceptar nuestras debilidades, nuestra ignorancia, nuestras enfermedades, podemos implorar la gracia de Dios y la recibiremos, pero para ello tenemos que empezar a amarnos y aceptarnos como somos, así nos lo enseñó Jesús. Recién entonces podremos encauzar las aguas del “río de la vida” como lo hicieron los egipcios con las aguas del río Nilo y comenzar a dar vida a nuestra paz, a fertilizar nuestro ser terreno para que logre dar frutos en abundancia, pidiendo a Dios derrame sobre nosotros la maravilla de su bondad y su amor.

La gente que no tiene paz reacciona con instintos salvajes, compite y hasta rechaza la vida porque lleva su interior cargado de recelo, venganza, bronca, celos, envidia, resentimiento. En cambio, cuando alcanzamos la paz, aflora en nuestras acciones el instinto de Dios, sus sentimientos... la mirada se transforma, no hay lugar para la venganza sino para la compasión y la comprensión, con un solo fin: convivir y compartir.

Muchas veces podemos sentirnos, debido a nuestros errores, pecadores, perdidos, abandonados, alejados de la gracia y la misericordia pero... no es cierto... Dios nunca mira nuestro pasado, nunca nos abandona, nos invita a mirar hacia adelante. Él mira nuestro presente, nuestro corazón que pide con ansias sentir Su gracia. Por eso nos invita a comenzar este nuevo año sin mirar el espejo retrovisor de nuestra vida, a empezar de nuevo vaciándonos de todo pensamiento negativo y llenándonos de esperanza; desprendiéndonos de todo lo que nos impide salir de la oscuridad y crecer espiritualmente.

Recordemos que el Niño Jesús nació en un pesebre vacío ¿Qué quiso significar con esto? Que para crear algo nuevo en un corazón Dios necesita un espacio vacío para nacer.

Cuando, de diferentes formas y a través de pequeños cambios, uno se da cuenta que está llegando la paz, ¡es increíble!, pero uno comienza cambiar la mirada sobre las situaciones , los hechos y las personas y , así como el agua que se acumula en los ríos y su cauce alcanza una gran profundidad que permite navegar a enormes barcos, así nuestra paz interior arraigada y profunda permite transformar nuestra vida y convertir la sequedad del desierto interior en un oasis de serenidad que nos impulsa a avanzar, resolver, perdonar, amar y movilizar aquello que solo se puede mover con la paz y la gracia de Dios en nuestro corazón.

Empecemos el año pidiendo a Jesús una “gotita de paz” cada día para poder fertilizar la esperanza y mover las montañas de lo imposible con nuestra fe.

Nadie, excepto vos mismo, puede vaciar tu corazón para permitirle obrar a Dios.

Si Jesús encuentra ese lugar dispuesto para él, sin ninguna duda, la paz y la alegría serán nuestra recompensa. Empecemos hoy mismo, que éste sea un verdadero y renovado comienzo para cada uno de nosotros.

El tiempo de Navidad es un hermoso tiempo para poder lograr el milagro de la vida. ¡FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS!
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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